- Viernes, 30 de Octubre 2020
No nos saquemos la vuelta con el mal uso de la mascarilla.
La pandemia nos ha traído fuertes consecuencias en diversos aspectos de nuestras vidas. Una de ellas, sin duda, es afrontar el cuidado de nuestra salud. Sabemos y hemos evidenciado la precariedad de nuestro sistema de salud, la falta de camas en los hospitales, la escasez de oxígeno, entre otros. Sabíamos que no estábamos preparados para soportar una crisis sanitaria de esta magnitud y hoy lo hemos comprobado. A la fecha, más de 30 mil vidas peruanas se han perdido y se siguen perdiendo todos los días a causa de la COVID-19.
Sin embargo, hay una crisis mayor a la sanitaria que se está agudizando en la sociedad. Tenemos una crisis de valores en la ciudadanía, lo que se manifiesta en nuestros actos diarios. Sabemos que durante décadas estamos viviendo en una sociedad de doble moral que conocemos como la cultura del “más vivo”, que constantemente busca sacarle la vuelta al sistema, que tiene como premisa: “hecha la ley, hecha la trampa”. Esta moralidad hoy nos está pasando una factura muy cara que no es sostenible. Somos el país que peor que ha gestionado la crisis sanitaria de la COVID-19 en América Latina y ello no es responsabilidad única del gobierno de turno y sus autoridades.
Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad personal que se convierte en una responsabilidad colectiva”.
Para prevenir la COVID-19 necesitamos usar la mascarilla adecuadamente, lavarnos las manos y respetar el distanciamiento social. Los cuidados sanitarios y de autoprotección son sencillos. Sin embargo, surge la pregunta: ¿por qué no lo estamos haciendo bien? Muchas personas piensan que no se van a contagiar, que no les va a pasar y por ello usan mal la cascarilla. Pareciera que no existe una verdadera conciencia sobre el acto de usar la mascarilla. Si le sacamos la vuelta a la mascarilla, no solo le sacamos la vuelta al sistema, nos estamos sacamos la vuelta a nosotros mismos. Estamos atentando contra nuestra propia vida y la de los demás, de los que más queremos.
Hoy debemos regresar nuestra mirada hacia la práctica de una ética del cuidado. Señalaba Joan Tronto en 1993: “Al nivel más general, sugerimos que el cuidado sea considerado como una actividad genérica que abarca todo lo que hacemos para mantener, perpetuar y reparar nuestro mundo”, de tal manera que podamos vivir en él tan bien como sea posible. Esto incluye cuerpos, nosotros mismos, y nuestro entorno, todos los elementos que buscamos religar en una red compleja, para sostener la vida.
Esta crisis nos tiene que hacer reflexionar sobre cómo vivimos. Somos un país informal y ese quizá sea nuestro mayor mal. Tenemos un sistema de seguridad que se mantiene con los pocos recursos que ingresan del pago de impuestos de un 30% de la PEA. Nuestro sistema se mantiene en un 70% de informalidad, lo cual significa que millones de personas en el Perú viven fuera del sistema, fuera de la ley y del sistema. Por tanto, no podemos reclamar un sistema de salud eficiente que pueda dar cobertura al 100% de la población. Es ilógico, es absurdo, como también lo es intentar culpar al gobierno de turno por su pésima gestión en tiempos de pandemia. Sabemos que se ha podido hacer más, que se puede hacer más, pero este es el momento de reflexionar y pensar qué estamos haciendo nosotros como ciudadanos para cambiar la realidad.
Es tiempo de pensar y de actuar trabajando desde una cultura del cuidado y de la autoprotección. Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad personal que se convierte en una responsabilidad colectiva. La pandemia nos evidencia que los seres humanos somos vulnerables, ricos y pobres, pero sin duda los más pobres son los más afectados. Actualmente, no solo tenemos una crisis sanitaria sino también una crisis moral. Cuidarnos en tiempos de pandemia es nuestra principal señal de amor a nuestros seres queridos y a la humanidad.
Artículo publicado en Radio Programas del Perú
La profesora Ramírez es Doctora en Comunicación Pública y, además, Máster en Gestión de Empresas de Comunicación de la Universidad de Navarra, España. También es Magíster en Gerencia Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú y posee un Diploma Internacional en Comunicación Corporativa de la Universidad ESAN, en el mismo país. Asimismo, es Licenciada en Comunicación de la Universidad de Lima y ha realizado una estancia posdoctoral en la Universidad de Málaga en 2021.