- Martes, 17 de Mayo 2022
Las grandes empresas deberían ganarse el apoyo ciudadano actuando siempre según lo que dicta la ética y no solo la ley. Y también ayudando a crecer a las pequeñas empresas, porque pueden ser socias que multiplicarían su capacidad de producción y distribución, y porque con ello habría más ciudadanos prósperos y mejores clientes.
Al tener mayor tamaño las grandes pueden comprar insumos más baratos e invertir en maquinaria especializada para producir con menor costo, con calidad más estable y cercana a las normas internacionales. Son también más fáciles de controlar por las autoridades, haciendo muy bajo su nivel de informalidad. De hecho, por su eficiencia y utilidades, las 10,000 empresas grandes (como se cataloga aquí a las que venden más de S/10 millones por año), que son solo el 5% del total de empresas peruanas, pagan más del 50% de los impuestos directos del país.
Saludando las declaraciones de las pequeñas empresas exigiendo respeto y apoyo del Gobierno, es importante enfatizar que ayudarlas a crecer es bueno para todos. Porque un país necesita tener también empresas grandes”.
Paralelamente, estas ofrecen mejores sueldos (incluyendo en el agro), y dan seguros, vacaciones y otros beneficios a sus trabajadores a quienes, por su número, pueden dar facilidades como lactarios, medicina ocupacional o zonas de descanso. Y siendo generadoras de empleo para cientos de miles de peruanos, además tienen mayor fuerza para protegerlo frente a la competencia extranjera. Sin ellas compraríamos más productos importados y no existirían los muchos puestos donde peruanos hoy producen, por ejemplo, fideos, galletas, medicamentos o detergentes.
¿Significa eso que las grandes empresas deben ser apoyadas sin condiciones? No, pues para empezar existen casos criticables de grandes empresas que no cumplen con la formalidad, que evaden impuestos y no respetan las leyes laborales, y por eso deben ser sancionadas drásticamente. Hay que apoyarlas, pero sin cheques en blanco.
Pero más importante que eso, ellas deberían ganarse el apoyo ciudadano actuando siempre según lo que dicta la ética y no solo la ley. Por ejemplo, corrigiendo esos productos que, siendo legales, son inadecuados y no abusando de su fuerza en el libre mercado para colocar precios inconvenientes. Y también ayudando a crecer a las pequeñas empresas (quizás ellas también lo fueron), porque pueden ser socias que multiplicarían su capacidad de producción y distribución, y porque con ello habría más ciudadanos prósperos y mejores clientes.
¿Se exagera aquí las ventajas de tener grandes empresas? El lector podría averiguarlo, pidiéndole a cualquier joven que nombre alguna empresa que admire, preguntándole a algún sindicalista o activista antiempresa si preferiría que sus hijos consigan empleo en una empresa grande o en una pequeña, o a algún empresario si quiere ser chico o si le gustaría crecer.
Artículo publicado en el diario El Comercio.
El profesor Arellano es Doctor de Estado en Ciencias de la Gestión de la Universidad de Grenoble en Francia, además, es Magíster en Administración de ESAN y Licenciado en Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú.